Ayer y hoy: Castigo y condena
Por: Eduardo Alegría Duran
Por: Eduardo Alegría Duran
Los viejos títeres se han amarrado los brazos con sus propios lazos, aquellos que los hacían ver llenos de vida y danzantes, los mismos brazos que agitaban enérgicos e imponentes y aseguraban de paso lo que les caía en el bolsillo. Dieciséis años han pasado desde el retorno a la democracia y el abandono a un gobierno de facto. Sin embargo y a pesar de todos los hechos sacados a la luz pública, hay quienes siguen defendiendo las actitudes censurables del Hitler chileno, Augusto Pinochet Ugarte y su gobierno nefasto. Parece ser que los abogados del diablo aún no quieren abrir los ojos y darse cuenta de que fue el títere el que manipuló esta vez.
Con la llegada de la democracia, se esperaba también, un gobierno que representara al pueblo y respetara los derechos humanos. Lamentablemente, hoy se sabe que al igual que en las décadas del setenta y ochenta, existen actores que empañan la visión de aquel gobierno representativo e igualitario. Las malversaciones de fondos y las coimas ya son pan de cada día. Estas son las ocasiones que aprovechan los representantes de la derecha, especialmente senadores y diputados, para sacar en cara todas las malas gestiones que se producen, sin tener en cuenta que en los tiempos de la dictadura y al que tanto defienden, el país fue testigo de cosas peores.
Aquellos derechistas que defendieron a brazo partido y sin claudicaciones cuando en Chile no se respetaban los derechos humanos, la libertad de prensa y los derechos laborales, son los mismos que callaron cosas oscuras que se hicieron bajo el principio de erradicar el marxismo y son los mismos que ahora critican las gestiones del nuevo gobierno. La verdad es que no son los únicos que callaron cosas. Muchos trabajadores, entre ellos profesores, sociólogos, abogados y también periodistas, tuvieron que silenciar a la libertad para poder mantener sus fuentes laborales, resguardar la seguridad de su familia y por supuesto asegurar sus vidas; otros lisa y llanamente, decidieron abandonar el país o fueron expulsados.
La diferencia está en que hoy, época de democracia, es posible frenar a tiempo todos los hechos ilícitos que han estado ocurriendo como lo de Chiledeportes, o los errores en las cifras de las alzas de la electricidad. A diferencia del gobierno militar de turno, es posible denunciar y publicar, sin el miedo de ser censurados o silenciados de por vida. Este es el gran contraste que encontramos entre un gobierno libre y uno tomado por la fuerza. Muchas malversaciones y robos se cometieron en empresas estatales y aún se investigan los millones de la familia Pinochet como a la cabeza de aquel gobierno. Cuántas empresas estatales fueron vendidas a particulares a precios irrisorios, como en el caso de la Soquimich que fue cedida a Ponce Lerou, yerno de Pinochet.
Pero lo ocurrido ayer, no es justificación de lo que sucede en el presente. Los hechos ilícitos deben ser castigados duramente y quienes se dicen llamar funcionarios públicos, deben ser castigados y vetados de por vida a ejercer cargos gubernamentales. No es posible que se sigua el ejemplo de hace treinta años atrás y que los responsables de tales delitos, sean impunes a la mano castigadora de la ley. Ya es tiempo de tomar cartas en el asunto y entregar el ejemplo de gobierno libre y justo que tantos chilenos añoran.